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Revisión por expertos

Inmunizaciones en adultos, ¿una asignatura pendiente en Cardiología?

Sebastián García-Zamora, María Inés Sosa-Liprandi, Álvaro Sosa-Liprandi

Revista del Consejo Argentino de Residentes de Cardiología 2024;(172): 0210-0218 


Durante el último siglo se ha acentuado la transición epidemiológica, y las enfermedades no transmisibles se han posicionado como la primera causa de muerte en la mayoría de los países del mundo. Sin embargo, de forma interesante, se ha documentado que las infecciones precipitan eventos cardiovasculares y cerebrovasculares, bien de novo, o descompensan patologías preexistentes. Los mecanismos que subyacen a esta asociación son complejos, e incluyen la activación del sistema inmune, la inflamación sistémica, el desarrollo de estados de hipercoagulabilidad, la activación del sistema simpático, y/o el aumento de la demanda miocárdica de oxígeno. Además, en el caso de las infecciones respiratorias, esto se ve agravado por el desarrollo de hipoxemia. Estos procesos fisiopatológicos propician el desarrollo de disfunción endotelial y accidentes de placa, y/o depresión miocárdica e insuficiencia cardíaca.
Al mismo tiempo, existe amplia evidencia de que las inmunizaciones previenen estas infecciones y reducen también los eventos cardiovasculares. Además, las vacunas contra influenza, neumococo, herpes-zoster, COVID-19 y virus respiratorio sincitial son sumamente seguras en personas con enfermedad cardiovascular establecida. Sin embargo, las tasas de vacunación en adultos son sub-óptimas, especialmente en las personas de mayor riesgo.
En la presente revisión analizamos la relación entre infecciones y eventos cardiovasculares, y el impacto de las inmunizaciones para reducir estos eventos. Finalmente, analizamos el rol preponderante de los cardiólogos para mejorar las tasas de vacunación en personas con cardiopatías.


Palabras clave: vacunas, influenza, neumococo, herpes-zoster, COVID-19, virus sincitial respiratorio, prevención cardiovascular.

Over the past century, the epidemiological transition has accentuated, with non-communicable diseases emerging as the leading cause of death in most countries worldwide. Interestingly, it has been documented that infections precipitate cardiovascular and cerebrovascular events, either de novo or exacerbating pre-existing conditions. The underlying mechanisms of this association are complex, involving immune system activation, systemic inflammation, the development of hypercoagulable states, sympathetic system activation, and/or increased myocardial oxygen demand. Moreover, in the case of respiratory infections, this is aggravated by the development of hypoxemia. These pathophysiological processes contribute to the development of endothelial dysfunction, plaque accidents, and/or myocardial depression and heart failure. At the same time, there is robust evidence that immunizations to prevent these infections also reduce cardiovascular events. Furthermore, vaccines against influenza, pneumococcus, herpes zoster, COVID-19, and respiratory syncytial virus are highly safe in individuals with established cardiovascular disease. However, vaccination rates in adults are suboptimal, especially among those at higher risk.
In this review, we analyze the relationship between infections and cardiovascular events, and the impact of immunizations in reducing these events. Finally, we discuss the pivotal role of cardiologists in improving vaccination rates among individuals with heart conditions.


Keywords: vaccines, influenza, pneumococcus, herpes zoster, COVID-19, respiratory syncytial virus, cardiovascular prevention.


Los autores declaran no poseer conflictos de intereses.

Fuente de información Consejo Argentino de Residentes de Cardiología. Para solicitudes de reimpresión a Revista del CONAREC hacer click aquí.

Recibido 2023-11-11 | Aceptado 2023-11-13 | Publicado 2024-10-31


Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Figura 1. Este gráfico esquematiza la compleja relación entre infecciones y eventos cardiovascular...

Figura 2. Historia natural de la infección por virus de la varicela zóster, y el desarrollo de her...

Figura 3. Esquema de las complicaciones cardiovasculares y globales posteriores a un evento de herpe...

Tabla 1. Poblaciones de riesgo para presentar complicaciones por influenza, y con indicación de v...

Tabla 2. Similitudes y diferencias en las indicaciones de vacunación contra neumococo e influenza,...

Tabla 3. Recomendaciones para la vacunación con VCN20 en personas que hayan recibido previamente u...

Tabla 4. Comorbilidades y factores de riesgo para la reactivación de herpes zóster. en adultos.

Tabla 5. Actitud de las personas frente a la recomendación de vacunación, y argumentos para expli...

Introducción

Durante siglos, las enfermedades infectocontagiosas ocuparon las principales causas de muerte en el mundo. Más recientemente, y de forma paralela a la industrialización y urbanización, se produjo la llamada “transición epidemiológica”, generando que las enfermedades no transmisibles se posicionen como las principales causas de morbimortalidad en adultos en la mayoría de las regiones del mundo1,2.

Las enfermedades infecciosas continúan siendo una causa importante de morbilidad y mortalidad en adultos de todo el mundo. Pero más allá del impacto de las enfermedades per se, se ha demostrado que estas afecciones aumentan considerablemente el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares, tanto de novo, como empeorando patologías preexistentes3,4.

A lo largo de esta revisión analizaremos en profundidad la relación entre infecciones prevenibles por vacunas y eventos cardiovasculares, y enfatizaremos distintas alternativas para mitigar esto.

DISCUSIÓN

Las infecciones como desencadenante
de eventos cardiovasculares

Desde hace décadas se ha documentado que en los períodos invernales, cuando se incrementan las infecciones respiratorias, aumentan también los eventos cardiovasculares y cerebrovasculares3-8. Los mecanismos implicados son variados, incluyendo la activación del sistema inmune y la inflamación sistémica, la generación de estados de hipercoagulabilidad, la activación del sistema simpático y el aumento de la demanda miocárdica de oxígeno3,4 (Figura 1).

Los procesos fisiopatológicos que ocurren durante la infección generan disfunción endotelial, accidentes de placa, depresión miocárdica e insuficiencia cardíaca. Otro evento potencial es el daño miocárdico directo, el cual puede generar una miocarditis. Por otra parte, en las infecciones respiratorias, también puede coexistir la hipoxemia, la cual provoca una reducción del aporte de oxígeno a los tejidos3,4.

Esta estrecha relación entre las infecciones y los eventos cardiovasculares, tanto de novo en personas sin antecedentes previos, como gatillo para la descompensación de enfermedades de base en individuos con patologías preexistentes, ha llevado a estudiar diferentes estrategias para mitigar esto. Así, durante las décadas de 1990 y 2000 múltiples estudios evaluaron el uso de antibióticos en pacientes con enfermedad coronaria. Sin embargo, no hay evidencia de que estas intervenciones sean efectivas, y en cambio hay indicios de que el uso de macrólidos y quinolonas en prevención cardiovascular podría ser perjudicial9.

Por el contrario, las vacunas son intervenciones que reducen la ocurrencia de enfermedades infectocontagiosas, especialmente sus formas más graves. Debido a ello, en años recientes se ha jerarquizado el rol de las inmunizaciones para reducir los eventos cardiovasculares.

Influenza - Vacunación antigripal.

Existen cuatro tipos de virus de influenza: A, B, C y D, sin embargo, solamente los tipos A y B generan infecciones clínicamente relevantes en humanos. El aumento de casos de influenza se produce típicamente durante la temporada invernal (entre abril y octubre en el hemisferio sur), aunque existe circulación viral durante todo el año, especialmente en las zonas con climas tropicales. A pesar de que la vacunación es una estrategia eficaz para prevenir las formas graves y las complicaciones de la influenza, las tasas de vacunación son subóptimas en diversas regiones del planeta, observando las mismas tendencias en nuestro país y región10-12.

Uno de los estudios pioneros que evaluó el impacto de la vacunación para reducir los eventos cardiovasculares fue el ensayo FLUVACS, realizado en Argentina, el cual mostró que los pacientes vacunados luego de una angioplastia programada o de urgencia mostraron menor mortalidad a un año13. Estas observaciones se confirmaron posteriormente por numerosos metaanálisis14,15, los cuales fueron seguidos por el desarrollo de un ensayo clínico conocido con el acrónimo IAMI, un estudio randomizado y doble ciego que enroló participantes durante la fase aguda de un síndrome coronario agudo o una angioplastia de alto riesgo16. Los participantes fueron vacunados entre 24 hs antes y 48 hs después de la angioplastia. El grupo que recibió vacuna contra influenza experimentó una menor mortalidad total (hazard ratio [HR]=0,59; intervalo de confianza del 95% [IC95%]: 0,39-0,89; p=0,01) y mortalidad cardiovascular (HR=0,59; IC95%: 0,39-0,90; p=0,014) al año de seguimiento, sin aumento de los eventos adversos totales ni serios, a pesar del tratamiento antiagregante y anticoagulante16.

De forma simplificada podemos decir que todas las personas con patologías cardiovasculares constituyen un grupo de riesgo que requiere vacunación anual contra influenza independientemente de la edad3,4. Además, todas las personas que trabajan en el ámbito de la salud deben vacunarse anualmente (incluyendo personal administrativo, técnicos, camilleros, etc).

En nuestro país, los grupos de mayor riesgo para presentar complicaciones por influenza pueden vacunarse sin prescripción médica y sin costo por estar incluidos en el Calendario Nacional de Inmunizaciones. Estos grupos de riesgo son: las personas que se encuentran en los extremos de la vida: niños de 6 a 24 meses, y mayores de 65 años; y las personas entre 2 y 64 años de edad, pero con factores de riesgo o comorbilidades adicionales (Tabla 1).

Sin embargo, debido a que las vacunas contra influenza son intervenciones altamente seguras, Estados Unidos luego de la epidemia por gripe H1N1 simplificó su esquema de vacunación, instando a que todas las personas mayores a 6 meses se vacunen anualmente17. Esta estrategia posee como beneficio adicional disminuir la circulación viral. En cambio, en países con menores recursos económicos, como el nuestro, las recomendaciones se centran en priorizar a las poblaciones más vulnerables.

Debido a la capacidad de modificar los componentes antigénicos de su estructura de superficie, las cepas de influenza que circulan se modifican anualmente. Esto explica la necesidad de la vacunación anual3,17. Tradicionalmente, se ha planteado que la vacuna debía administrarse al final del verano o a principios del otoño (entre marzo y abril en nuestra región), ya que la seroprotección se obtiene a las 2-3 semanas de la vacunación, de forma tal de generar adecuado nivel de anticuerpos previo al inicio de los meses con alta circulación viral. Sin embargo, debe tenerse presente que existe circulación viral durante todo el año, y esto ocurre particularmente en los climas tropicales. Además, frecuentemente se producen aumentos anticipados o retrasados de los casos de influenza, o inclusive, más de un “pico” en el año. Debido a esto, y dada la reducción de eventos cardiovasculares y muerte con la vacunación, la mejor estrategia consiste en administrar la vacuna siempre que se tenga contacto con una persona de riesgo, si la misma no ha sido vacunada el año previo, o durante la temporada en curso17. Además, en las zonas con estacionalidad marcada, es razonable administrar una nueva dosis de vacuna contra influenza previo al inicio de alta circulación viral, si la última dosis de la vacuna se ha recibido hace más de 6 meses.

De forma general, las vacunas antigripales pueden ser trivalentes (contienen 2 cepas diferentes de influenza A y un linaje de virus B) o tetravalentes (contienen 2 cepas de influenza A y 2 linajes B)3,4,17. Las personas mayores experimentan menor respuesta inmune frente a diferentes patógenos, por un proceso que se denomina “inmunosenecencia”3,4, además de presentar un estado de inflamación permanente, llamado inflammaging, que también impacta negativamente en la respuesta inmune. Como un intento de compensar esta menor respuesta inmune se han desarrollado vacunas antigripales mejoradas. Las estrategias para sobrellevar esa situación han sido dos: el agregado de un adyuvante (emulsión de aceite en agua), que se denominan vacunas adyuvantadas, o el empleo de mayor cantidad de antígenos virales, que son las vacunas de altas dosis4,17-19. Otra alternativa para mejorar la efectividad de la vacuna antigripal es su producción en cultivos celulares, en lugar de cultivos de huevos20. Las vacunas mejoradas han demostrado ser superiores a las vacunas estándar, tanto en la generación de anticuerpos como en la prevención de hospitalizaciones, debido a lo cual son las estrategias de preferencia en personas de 65 años o más, o en las poblaciones de mayor riesgo17-20.

Tips prácticos para la vacunación antigripal

• Es una vacuna de agentes inactivados (muertos); esto implica que los virus no se replican en el organismo. Por ello, se puede aplicar en pacientes inmunosuprimidos.

• Se puede administrar simultáneamente con otras vacunas.

• En personas anticoaguladas, debe administrarse en la región deltoidea, sin beneficio claro de la vía subcutánea por sobre la intramuscular, prefiriéndose la vía con la cual el operador posea más experiencia3. Sí deberá realizarse una compresión más prolongada (2 minutos aproximadamente) para asegurar una buena hemostasia.

• En personas anticoaguladas que utilizan antagonistas de la vitamina K, deberá corroborarse que se encuentren en rango terapéutico, e idealmente con un RIN < 2,5; en quienes utilizan anticoagulantes orales directos, se puede omitir una toma de los mismos3.

• Los cuadros leves, como catarro, rinitis, diarrea o el estar recibiendo antibióticos, NO representan una contraindicación para recibir la vacuna.

• Solo 0,2% de los adultos y 1,3% de los niños son alérgicos al huevo3,17, y se produce 1 caso de anafilaxia por cada millón de dosis de vacuna administrada. Por ello, la mayoría de las personas pueden ser vacunadas, aún con alergia documentada al huevo3,17.

• Las contraindicaciones son excepcionales: comprenden el antecedente de una reacción anafiláctica a la vacuna o a alguno de sus componentes, o haber padecido un síndrome de Guillain-Barré dentro de las seis semanas luego de la vacunación (habiendo descartado otras etiologías del cuadro).

Vacuna antineumocócica

Las infecciones neumocócicas representan la primera causa de muerte por enfermedades prevenibles por vacunas en todo el mundo21. El Streptococcus pneumoniae (neumococo) puede generar no solo neumonías, sino también otros cuadros graves, como meningitis y endocarditis3,21. Esta enfermedad posee una distribución bimodal, que afecta principalmente a niños pequeños, debido a inmadurez de su sistema inmune, y a adultos mayores, debido a la inmunosenescencia3,22.

Actualmente existen 3 vacunas para uso clínico:

• Vacuna polisacárida de 23 serotipos (VPN23).

• Vacuna conjugada de 13 serotipos (VCN13).

• Vacuna conjugada de 20 serotipos (VCN20). Esta vacuna fue aprobada en nuestro país en 2023, e incorporada al Calendario Nacional de Vacunación en 202422,23.

Las 3 vacunas están formadas con polisacáridos de superficie de distintos serotipos de neumococo, y el número en su nombre indica la cantidad de serotipos que contiene. Los serotipos que contienen las vacunas VCN13 y VPN23 son complementarios, y si bien la inmunogenicidad de las mismas es diferente, la vacunación secuencial con ambas demostró ser superior al empleo de cada una por separado3,22. Las indicaciones de vacunación son muy similares a las de la vacuna contra influenza (Tabla 2).

Desde la incorporación de la VCN20 en el Calendario Nacional de Vacunación, el esquema de inmunización contra neumococo se ha simplificado, ya que solamente se requiere la administración de 1 dosis de esta vacuna, en cualquier momento del año. Los individuos que se vacunen por la presencia de factores de riesgo o comorbilidades, y sean menores de 65 años, deben recibir una dosis de refuerzo luego de esta edad, y habiendo transcurrido al menos 5 años desde la dosis inicial de VCN20. La Tabla 3 resume las recomendaciones vigentes para la vacunación en individuos que hayan recibido alguna dosis previa de otra vacuna contra neumococo.

Si por algún motivo no se tiene acceso a VCN20 (y se prevé que no se tendrá acceso a ella a la brevedad), se puede considerar iniciar el esquema de vacunación antineumocócica con una dosis de VCN13, y luego completar con VCN203,22. En esa decisión deberá sopesarse el tiempo estimado para recibir la vacuna VCN20, y el riesgo de que la persona con indicación de vacunación no retorne para ser vacunado.

Un metaanálisis que incluyó 7 estudios observacionales con 163.756 participantes encontró que en adultos con enfermedad cardiovascular establecida, o alto riesgo cardiovascular, la vacunación antineumocócica redujo la mortalidad por todas las causas (HR=0,78; IC95%: 0,73-0,83; p< 0,01) y una tendencia hacia menor tasa de infarto de miocardio (HR=0,78; IC95%: 0,54-1,14; p=0,19)24.

Tips prácticos para la vacunación antineumocócica

• Se puede administrar simultáneamente con la vacuna antigripal y con otras vacunas recomendadas en adultos3,22.

• Los cuidados en personas anticoaguladas son similares a los utilizados para la vacuna antigripal.

• Igual que con la vacuna antigripal, los cuadros infecciosos leves NO representan una contraindicación para la vacunación3.

• Similar a la vacuna antigripal, la única contraindicación de la vacuna es el antecedente de una reacción anafiláctica a la misma.

COVID-19

La infección por el virus SARS-CoV-2 (COVID-19), declarada pandemia en el mes de marzo de 2020, ha tenido múltiples implicancias para la población mundial, tanto desde el punto de vista médico como del social25-27. Además de formas graves de infección respiratorias, la infección por COVID-19 produjo complicaciones cardiovasculares diversas, e incluso letales20-30.

El desarrollo de las distintas vacunas contra COVID-19 redujo drásticamente la ocurrencia de cuadros graves de la enfermedad22. Además de ello, diversos estudios observacionales han documentado que la vacunación contra COVID-19 también se asoció a una menor tasa de eventos cardiovasculares mayores y de muerte, aun en personas con comorbilidades31. Por ello, si bien se han documentado eventos adversos con la vacuna, existe consenso de que los beneficios de la vacunación sobrepasan ampliamente los riesgos potenciales22,31,32. Debido a ello, las recomendaciones nacionales e internacionales para inmunizaciones en adultos acuerdan en la necesidad de una inmunización anual contra COVID-19, y que las personas con riesgo incrementado para presentar formas graves o complicaciones sean vacunados cada 6 meses22. Sin embargo, debido al comportamiento imprevisible de esta enfermedad, no es posible precisar si estas indicaciones se mantendrán a largo plazo.

Herpes zóster

La varicela es una enfermedad altamente prevalente, estimándose que más del 90% de la población mundial mayor de 50 años ha padecido esta afección en algún momento, bien de manera sintomática como asintomática. La inmunidad contra el herpes zóster (HZ) se adquiere al contraer la infección (primoinfección), y las exposiciones subsiguientes la mantienen. Sin embargo, el virus de la varicela zóster (VVZ) permanece alojado en el organismo, y cuando disminuye la inmunidad de un individuo (de forma esperable, por la inmunosenescencia, o debido a enfermedades o fármacos) existe el riesgo de que el virus se reactive, ocurriendo un HZ (Figura 2).

El proceso de inmunosenescencia comienza alrededor de los 50 años, donde la incidencia de HZ es de alrededor de 2-4,6 casos por cada 1.000 personas/año, y se incrementa a 10-12,8 casos por cada 1.000 personas/año en octogenarios. Así, se ha estimado que hasta 1 de cada 3 personas entre 50 y 90 años sufrirán algún episodio de HZ26. Sin embargo, hay condiciones que incrementan el riesgo de padecer HZ a edades más tempranas, muchas de las cuales son frecuentes en nuestra práctica cardiológica diaria (Tabla 4).

Si bien el HZ produce alteraciones durante la fase aguda de la enfermedad, el mayor problema de esta patología son sus complicaciones a largo plazo. La más frecuente es la neuralgia posherpética, la cual puede afectar hasta al 30% de las personas que padecen un HZ, provocando un dolor severo, muchas veces invalidante, el cual se extiende desde semanas o meses hasta años luego del episodio de HZ22,25,26.

Al igual que lo que ocurre con otras infecciones, cuando el VVZ se reactiva genera un fenómeno inflamatorio que puede desencadenar disfunción endotelial, favoreciendo la ocurrencia de complicaciones vasculares27-29 (Figura 3). Así, existe una estrecha relación entre el HZ y varios eventos cardiovasculares:

Accidente cerebrovascular (ACV): su riesgo es máximo durante la primera semana posinfección (incidencia ajustada de 2,37; IC95%: 2,17-2,59; p< 0,05). El riesgo de ACV disminuye paulatinamente en las semanas siguientes, aunque algunas publicaciones sugieren que este permanece incrementado hasta aproximadamente 1 año luego de un evento de HZ4,28. Además, los pacientes más jóvenes y aquellos que padecen HZ oftálmico parecen mostrar mayor riesgo de desarrollar ACV4.

Infarto agudo de miocardio: también muestra un riesgo incrementado especialmente durante la primera semana posterior a un HZ (incidencia ajustada 1,68; IC95%: 1,47-1,92; p< 0,05) y permaneciendo elevado durante alrededor de 4 semanas4,28.

Insuficiencia cardíaca: un registro de Corea del Sur observó que las personas que experimentaron casos graves de HZ que requirieron internación tuvieron un riesgo incrementado de insuficiencia cardíaca (HR=2,03; IC95%: 1,62-2,56; p< 0,05)29.

Debido a esto, algunos estudios han explorado el rol de la prescripción de fármacos antivirales para disminuir el riesgo isquémico posterior al desarrollo de HZ, estrategia que no ha demostrado eficacia hasta el momento4.

La primera vacuna disponible para prevenir el desarrollo de HZ fue una vacuna a virus vivos y atenuados. A pesar de mostrar buen perfil de seguridad, su principal limitación es no poder administrarse en poblaciones inmunosuprimidas (por ser a virus vivos atenuados), lo cual constituye simultáneamente una condición con elevado riesgo de desarrollar HZ. Además, su eficacia es moderada (51,3% de reducción de HZ), mostrando menor respuesta en personas añosas.

En el año 2017 se aprobó en Estados Unidos una nueva vacuna contra el HZ, la cual posee un antígeno y un adyuvante, con el objetivo de mejorar la respuesta inmune. Esta nueva vacuna recombinante permitió superar los problemas de su antecesora: por no contener virus vivos atenuados, se puede administrar sin restricciones en personas inmunosuprimidas. Por otra parte, la vacuna recombinante mostró una eficacia muy alta para prevenir el desarrollo de HZ, tanto en mayores de 50 años (HR=97,2%; IC95%: 93,7-99,0%; p< 0,001), como en individuos mayores de 70 años (HR=89,8%; IC95%: 84,2%-93,7%; p< 0,001)22. De forma similar, la eficacia para prevenir la neuralgia posherpética fue muy elevada en ambos grupos etarios (91,2% en mayores de 50 años, y 88,8% en mayores de 70 años)22. Además, el seguimiento a 10 años de los estudios pivotales demostró eficacia serológica persistente –tanto de inmunidad celular como humoral– con disminución persistente en el desarrollo de eventos clínicos38.

Respecto a los efectos adversos de la vacuna recombinante, estos son locales, leves y autolimitados. El más frecuente de ellos es el dolor en el sitio de inyección (79,1%), seguido de eritema (39,2%) y tumefacción (26,3%). Los síntomas sistémicos también fueron leves y autolimitados, algo más frecuentes en las personas más jóvenes: las mialgias estuvieron presentes en 46,3% de los mayores de 50 años y 31,2% de los mayores de 70 años, y lo mismo ocurrió con la fiebre (21,5% y 12,3%, respectivamente)22.

Un estudio de cohorte basado en los datos del programa Medicare de Estados Unidos comparó 1.603.406 personas vacunadas con la vacuna de virus vivos atenuados, con el mismo número de individuos de dicho programa que no habían sido vacunados. Los participantes seleccionados como controles fueron pareados mediante un propensity score matched; al cabo de 5,1 años de seguimiento promedio, los individuos vacunados mostraron menor riesgo de ACV total (HR=0,84; IC95%: 0,83-0,85; p< 0,001), ACV isquémico (HR=0,83; IC95%: 0,82-0,84; p< 0,001) y ACV hemorrágico (HR=0,88; IC95%: 0,85-0,91; p< 0,001)39.

Otro estudio observacional analizó el impacto de la vacuna adyuvantada recombinante en la ocurrencia de eventos cardiovasculares40. Para ello, compararon mediante un modelo de propensión 7.657 personas que recibieron 2 dosis de vacuna, con participantes de la misma población, no vacunados. Al cabo de 3 años de seguimiento, los participantes vacunados tuvieron un menor riesgo de infarto de miocardio (riesgo relativo [RR]=0,73; IC95%: 0,55-0,96; p< 0,05) y de mortalidad por cualquier causa (RR=0,84; IC95%; 0,74-0,95; p< 0,05).

La vacuna recombinante está indicada en toda persona de 50 años o más, independientemente de la coexistencia de comorbilidades, y en individuos de menor edad, pero con factores de riesgo (Tabla 4)22. El esquema de vacunación es muy sencillo, ya que se indica una primera dosis en el momento de la consulta, y un refuerzo a los 2-6 meses de la primera dosis. La vía de administración es intramuscular.

Algunos aspectos prácticos a considerar son:

• No se necesita ni se recomienda realizar testeo serológico para el VVZ previo a la inmunización.

• Puede administrarse de forma simultánea (o pocos días antes o después) con las vacunas contra influenza, neumococo conjugada y polisacárida, doble adultos y las vacunas para COVID-19.

• La única contraindicación que posee la vacuna es la hipersensibilidad a alguno de sus componentes.

Virus respiratorio sincitial

El virus respiratorio sincitial (VSR) es un virus ARN de simple cadena, altamente contagioso y de distribución global, que presenta una estacionalidad similar al de influenza, aunque suele precederlo. Este patógeno causa millones de infecciones anualmente, y es responsable de un elevado número de hospitalizaciones y muertes en personas de todas las edades22,41. Los subgrupos más susceptibles son los extremos de la vida: los lactantes y niños pequeños, y las personas adultas que poseen comorbilidades, principalmente cardiovasculares, respiratorias, metabólicas o con trastornos de la inmunidad.

De forma similar a lo que ocurre con otras enfermedades infectocontagiosas, se ha documentado que la infección por VSR aumenta los eventos cardiovasculares, tanto de novo, como por descompensación de patologías preexistentes41. Recientemente, se han aprobado en nuestro país dos vacunas para prevenir la infección por VSR en adultos: una vacuna adyuvantada, y otra bivalente19. Ambas vacunas han sido fabricadas con la glicoproteína de prefusión F, y se administran de manera intramuscular a nivel del deltoides. Estas intervenciones han demostrado muy buen perfil de seguridad, con una efectividad muy alta en personas añosas o con comorbilidades cardiovasculares42. Con los datos disponibles hasta el momento, una única dosis de cualquiera de estas vacunas genera una protección adecuada contra la enfermedad por al menos dos temporadas, si bien se encuentran en marcha estudios para valorar la antigenicidad a largo plazo.

Por el momento, la indicación de esta vacuna queda reservada para individuos de 60 o más años, aunque puede considerarse en personas más jóvenes, pero con comorbilidades. Indudablemente tendremos más información en los años subsiguientes.

Rol del cardiólogo en las inmunizaciones
de los adultos

Las bajas tasas de vacunación en adultos son una constante en todo el mundo1,11,12. Si bien existen múltiples factores que inciden en ello, la mayoría de las series indican que los profesionales de la salud son los principales determinantes de esta realidad43 (Tabla 5). Así, se ha demostrado que cuando el médico tratante tiene una actitud activa recomendando la vacunación a sus pacientes, las tasas de inmunizaciones son significativamente mayores43.

La prevención de eventos cardiovasculares es uno de los ejes centrales de la cardiología, y las mejoras logradas en esta área han permitido incrementar la expectativa y calidad de vida. La ocurrencia de eventos cardiovasculares a pesar de estar recibiendo un tratamiento preventivo acorde al contexto clínico ha sido denominada “riesgo cardiovascular residual”, y se asocia a la presencia de estados inflamatorios de distinta índole, entre los cuales se encuentran las infecciones44. Debido a ello, las vacunas deben ser una intervención cardinal en el abordaje integral de todos nuestros pacientes. La protección sostenida que las inmunizaciones confieren es sin duda un eslabón fundamental para reducir el riesgo cardiovascular residual. El desafío radica en desarrollar estrategias que permitan alcanzar y mantener tasas elevadas de vacunación, transformándonos en facilitadores, en lugar de barreras, de las inmunizaciones de nuestros pacientes. Las listas de verificación (checklist), los recordatorios electrónicos en historias clínicas, la mensajería electrónica a pacientes y la educación a la comunidad sobre el rol de las vacunas en la prevención cardiovascular son algunas de las herramientas que pueden utilizarse para lograr esto.

Conclusión

Las infecciones en general, y especialmente aquellas que involucran el tracto respiratorio en particular, se asocian fuertemente al desarrollo de eventos cardiovasculares y cerebrovasculares mayores, y a mortalidad por todas las causas. Los mecanismos que subyacen son complejos, pero presentan en común el desarrollo de un estado inflamatorio, que precipita tanto eventos de novo como la descompensación de patologías preexistentes.

Las vacunas contra influenza, neumococo, HZ, COVID-19 y VSR son seguras en personas con cardiopatía, ayudando a reducir no solo las formas graves de estas enfermedades sino también los eventos cardiovasculares vinculados a las infecciones. Así, representan hoy en día una herramienta más para mejorar la salud de nuestros pacientes, reduciendo su riesgo residual. Sin embargo, las tasas de vacunación en adultos son extremadamente bajas, aun en poblaciones de muy alto riesgo.

Por tanto, resulta imperioso adoptar las inmunizaciones como una estrategia indispensable para reducir el riesgo cardiovascular, y lograr una prevención cardiovascular global y efectiva de todos nuestros pacientes.

Fuentes de financiamiento

La presente revisión no ha recibido ninguna fuente de financiamiento ni supervisión para su realización, y representa la visión de los autores.

ORCID ID

Sebastián García-Zamora: https://orcid.org/0000-0001-6846-0247

María Inés Sosa-Liprandi: https://orcid.org/0000-0002-9862-748X

Álvaro Sosa-Liprandi: https://orcid.org/0000-0002-2195-5020

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Autores

Sebastián García-Zamora
Jefe de Unidad Coronaria del Sanatorio Delta, Rosario. Docente de Postgrado de la Facultad de Medicina, Universidad Nacional de Rosario (UNR) , Argentina.
María Inés Sosa-Liprandi
Jefa del Servicio de Insuficiencia Cardíaca, Sanatorio Güemes, CABA, Argentina.
Álvaro Sosa-Liprandi
Jefe del Servicio de Cardiología, Sanatorio Güemes, CABA, Argentina.

Autor correspondencia

Sebastián García-Zamora
Jefe de Unidad Coronaria del Sanatorio Delta, Rosario. Docente de Postgrado de la Facultad de Medicina, Universidad Nacional de Rosario (UNR) , Argentina.

Correo electrónico: sebagz83@gmail.com

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Inmunizaciones en adultos, ¿una asignatura pendiente en Cardiología?

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Revista del CONAREC, Volumen Año 2024 Num 172

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Revista del CONAREC
Número 172 | Volumen 39 | Año 2024

Titulo
Inmunizaciones en adultos, ¿una asignatura pendiente en Cardiología?

Autores
Sebastián García-Zamora, María Inés Sosa-Liprandi, Álvaro Sosa-Liprandi

Publicación
Revista del CONAREC

Editor
Consejo Argentino de Residentes de Cardiología

Fecha de publicación
2024-10-31

Registro de propiedad intelectual
© Consejo Argentino de Residentes de Cardiología

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